¿Casas perfectas o casas vividas?
Reflexiones de una madre imperfecta sobre el caos, la creatividad y la vida en familia
«Los desvanes son, después de todo, el único lugar donde puedes estar bastante seguro de encontrar cosas que nadie quiere y que, por lo tanto, son realmente valiosas».
Edith Nesbit
Yo creo que a todas las madres nos gusta saber cómo se organizan otras madres y cómo es su día a día. Actualmente, con las redes sociales, muchas abrimos de una u otra manera las puertas de nuestras casas.
Abundan las cuentas de madres «perfectas» que, lejos de inspirar, generan una sensación de inutilidad, de mala madre, de poco organizada… La verdad es que no suelo seguirlas porque me resultan tan sumamente inalcanzables que no me aportan nada, pero es inevitable que te salgan recomendadas o que un día te pique la curiosidad y pienses: ¿qué habrá sido de fulanita?
Lo curioso es que cuando hablas con madres «normales», esas otras madres «perfectas» siempre terminan saliendo en la conversación. Y es cuando nos preguntamos: ¿Cómo lo hacen? ¿Será verdad? ¿Habrá truco?
Yo soy de las imperfectas, tan imperfecta que muchas veces tengo el auténtico complejo de haber arruinado la existencia de toda mi familia. No soy ordenada. Me encantaría serlo, pero no puedo. Lo intento, pero no fluye. He leído todos los libros de minimalismo que existen, pero no puedo tirar nada (y, aun así, soy la que más tira de mi familia). Y es obvio que si tu casa está llena de cosas —útiles e inútiles— es imposible mantener el orden y la limpieza.
Me gustaría tener menos cosas, pero cuando después de mucho esfuerzo consigo tirar algo, en cuestión de minutos alguien se ocupa de rescatarlo porque le sirve para esto o para lo otro. Eso, unido a todas mis circunstancias, hace que muy pocas veces en mi vida haya conseguido tener un hogar decente (excepto cuando he aplicado el método FlyLady). Funciona, pero hay que ser constante y trabajar a diario.
Lo peor del trabajo doméstico es que no es agradecido. No se ve. Nadie lo valora. Y además, no se acaba nunca.
Haces cualquier manualidad, escribes un libro, aprendes una nueva habilidad, y todo eso está ahí, pero el trabajo del hogar, aunque necesario e imprescindible, se esfuma. Es como el eterno retorno :) No hay otra solución más que aprender a amar lo que tienes que hacer, hacerlo y punto.
El otro día sucedió algo que me llegó al alma y que además me hizo reflexionar sobre algo que ya había pensado en otras ocasiones.
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